El panorama político en Rosario de Lerma enfrenta una etapa crucial de cara a las elecciones municipales del 4 de mayo. Las dinámicas internas, el uso de recursos públicos desmedidos, la percepción ciudadana y la falta de una estrategia cohesionada son factores que dibujan un escenario predecible, pero lleno de contradicciones.
Por un lado, se evidencia un uso intensivo de las redes sociales como herramienta clave para posicionar a los candidatos. A pesar de que los contenidos puedan ser poco atractivos, logran visibilidad gracias a una inversión estratégica que, en muchos casos, termina convenciendo al electorado. Este enfoque, junto con una estructura consolidada de votantes fijos, parece ser suficiente para garantizar resultados favorables para ciertos sectores. Sin embargo, esta estrategia no logra ocultar las críticas recurrentes: falta de gestión en áreas clave como el mantenimiento de calles, la optimización de espacios públicos y obras de impacto real en la comunidad.
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La relación entre beneficios directos otorgados a emprendedores, talleres o ayudas específicas, y el voto condicionado por compromisos personales o familiares también resalta como una práctica que divide las opiniones de los vecinos. Mientras algunos agradecen estas iniciativas, otros cuestionan que estas acciones no aborden problemas estructurales que afectan a toda la comunidad.
Otro elemento clave es la falta de cohesión en la oposición. Las pugnas internas, los egos individuales y la ausencia de un liderazgo fuerte dificultan la consolidación de un frente unido. En lugar de trabajar como un equipo estratégico, muchos actores políticos parecen más enfocados en sus aspiraciones personales que en la construcción de un proyecto común que permita equilibrar el poder.
La lección que algunos sectores no han terminado de asumir es que, en política, no siempre se trata de alcanzar el máximo cargo en el menor tiempo posible. A veces, la clave del éxito radica en construir desde las bases, fortalecer los Concejos Deliberantes y trabajar con una visión a largo plazo. Sin embargo, el individualismo parece dominar el panorama, dejando a la oposición fragmentada y sin capacidad de respuesta ante una estructura oficialista bien aceitada con fondos poco claros y sin control.
A pesar de las aparentes fortalezas del oficialismo, las críticas por la falta de obras concretas y promesas incumplidas aún resuenan. Esto podría abrir una ventana de oportunidad para un cambio real o una recuperación real, pero solo si los sectores opositores logran superar sus diferencias y trabajar en conjunto hacia un objetivo común.
En este contexto, el desenlace de las elecciones será más que un simple resultado numérico. Será un reflejo de la capacidad o incapacidad de los actores políticos para adaptarse a las necesidades del pueblo y construir un futuro más inclusivo y participativo. La pregunta clave sigue siendo: ¿podrá Rosario de Lerma encontrar el equilibrio entre la continuidad y el cambio? El tiempo y las urnas tendrán la última palabra.

