En los tranquilos rincones de Rosario de Lerma y Campo Quijano, la vida transcurre con una aparente serenidad que, en realidad, esconde una compleja red de desafíos y desilusiones. A pesar de las carencias visibles en áreas críticas como la salud, infraestructura y visión de futuro, la gran mayoría de los vecinos no se quejan ni alzan la voz contra el manejo ineficaz de sus autoridades. Este silencio, más que una señal de conformidad, es el reflejo de un pueblo que ha sido sistemáticamente adormecido con promesas vacías y «espejitos de colores» que deslumbran o encandilan pero no transforman.
Concejales sin preparación ni rumbo
En el núcleo de esta situación, encontramos una de las principales fuentes de frustración: la falta de preparación y capacidad de los concejales. Lejos de ser líderes que puedan guiar a sus comunidades hacia un futuro mejor, muchos de ellos han demostrado, en reiteradas ocasiones, su incapacidad para comprender y resolver los problemas más urgentes. Proyectos serios y bien fundamentados brillan por su ausencia, mientras que la gestión del día a día queda relegada a la improvisación y la falta de visión. Los intendente hacen lo que pueden con los pocos recursos con los que cuentan y sin apoyo o control de los concejales.
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El peligro del silencio colectivo
Ser un pueblo que se conforma con lo mínimo tiene consecuencias devastadoras. Rosario de Lerma y Campo Quijano, al no cuestionar ni exigir mejoras, perpetúan un ciclo de mediocridad que impide el progreso real. Este silencio colectivo, lejos de ser una virtud, es una trampa que mantiene a ambos pueblos en un estado de sumisión y atraso. La falta de demandas claras y la ausencia de presión sobre las autoridades refuerzan un statu quo en el que la falta de acción es la norma.
Un atraso tecnológico que frena el desarrollo
En un mundo cada vez más conectado y dependiente de la tecnología, Rosario de Lerma y Campo Quijano enfrentan un atraso tecnológico alarmante. La falta de infraestructura adecuada y de acceso a herramientas modernas no solo afecta la calidad de vida de los habitantes, sino que también limita las oportunidades de desarrollo económico y social. Este rezago, ignorado por las autoridades, perpetúa la desigualdad y mantiene a la población en una situación de desventaja competitiva.
La gran mentira de la minería
Finalmente, no podemos dejar de mencionar la gran mentira que ha sido la minería en la región. Prometida como una fuente de desarrollo y progreso, la realidad ha demostrado que esta industria ha derramado muy poco o nada para los pueblos como Rosario de Lerma y Campo Quijano. Lejos de ser un motor económico, la minería se ha convertido en un símbolo más de las promesas incumplidas, dejando a las comunidades con la sensación de haber sido engañadas y utilizadas.
Nuestros Pueblos enfrentan desafíos profundos que no pueden ser ignorados. El silencio y la conformidad de sus habitantes, junto con la ineptitud de sus líderes y el atraso tecnológico, crean un panorama preocupante. Es hora de que estos pueblos despierten de su letargo, exijan lo que merecen y dejen de conformarse con ilusiones vacías. Solo así podrán romper el ciclo de estancamiento y construir un futuro más justo y próspero para todos.